Que el rocío de la madrugada lave tu rostro,
Trayendote la paz necesaria y dilecta.
Que sientas mi amor como de la uva el gusto,
Rodeandote de caricias, de la fruta predilecta.
Y que el río altanero (ligero) bese tu frente,
Teniendo el cielo por testigo y el azul por juez.
Jamás olvides que te amo y que delante
De tí corran sueltas, mil aguas de una fuente.
Te pondrás tu vestido de organdí, flor en el pelo;
Y en la cintura, cinta de satén, apretando tu ser
Perfumado, en las alamedas de mi viril anhelo.
Rosas y sándalos, adornan tu camino,
Donde te espero a cada nuevísimo amanecer,
Para caminar contigo mi eterno cariño.
Jorge Humberto
Trayendote la paz necesaria y dilecta.
Que sientas mi amor como de la uva el gusto,
Rodeandote de caricias, de la fruta predilecta.
Y que el río altanero (ligero) bese tu frente,
Teniendo el cielo por testigo y el azul por juez.
Jamás olvides que te amo y que delante
De tí corran sueltas, mil aguas de una fuente.
Te pondrás tu vestido de organdí, flor en el pelo;
Y en la cintura, cinta de satén, apretando tu ser
Perfumado, en las alamedas de mi viril anhelo.
Rosas y sándalos, adornan tu camino,
Donde te espero a cada nuevísimo amanecer,
Para caminar contigo mi eterno cariño.
Jorge Humberto