Ahora te haces el otario,
me franeleas con la labia
y te sentís amurado...
¡la pucha! ¡miralo vos!...
Ya te olvidaste cafiolo
de la zurra que me diste
dejándome bien felpeada
por varios bifes marcada
y saliste pa' los burros
afanándome la guita
mofándote de mis changas
un boyo a la puerta diste.
Me juré que no habría otra,
se terminaron las biabas
y arrastrándome bien chiva
a la yuta fui a encarar.
Deschavé todas tus trampas,
alcahueteé tus macanas
y me pianté del cotorro,
el sairo me aconsejó.
Cuando el zurdo me latía
no sé si por arrepentida
o porque aún me dió jabón,
se me cruzó ese chabón,
seguro me lo mandó Dios.
Le conté de todos mis ligues,
la malaria que me diste.
Me dijo: -Piba, no este triste
y a su bulo me llevó.
Enseguida se encajetó
pero esta vez dije no,
a esta taba la enderezo
y antes de cumplir el mes
el casorio yo me armé.
¡Dejate de macanear!,
vos y yo bien lo sabemos
el beguen que mantuvimos
y en memoria del camote
dejá de embagayar
y dale no mas al escavio
¡sin tenerme que nombrar!