La vida es una rutina.
Un mundo bajo un cielo azul,
de aparente órbita estacionaria,
con saladas aguas en su mar.
Días, atardeceres y anocheceres,
que a diario se ajustan a un horario.
Meses que nunca cambian de nombre,
consecutivos van en el mismo orden.
Primaveras, veranos, otoños e inviernos,
estaciones rutinarias: florecen, calientan,
arrancan las hojas de frondosos árboles
y calan de frío a los cuerpos desvalidos.
Los amores vienen y también se van:
unos traen alegrías y otros, sufrimientos.
Lo que nace, a la corta o a la larga, muere
y todo lo que sube, siempre luego cae...
¿Quién podría atreverse a afirmar,
que la vida no es una rutina?
©SKORPIONA
Un mundo bajo un cielo azul,
de aparente órbita estacionaria,
con saladas aguas en su mar.
Días, atardeceres y anocheceres,
que a diario se ajustan a un horario.
Meses que nunca cambian de nombre,
consecutivos van en el mismo orden.
Primaveras, veranos, otoños e inviernos,
estaciones rutinarias: florecen, calientan,
arrancan las hojas de frondosos árboles
y calan de frío a los cuerpos desvalidos.
Los amores vienen y también se van:
unos traen alegrías y otros, sufrimientos.
Lo que nace, a la corta o a la larga, muere
y todo lo que sube, siempre luego cae...
¿Quién podría atreverse a afirmar,
que la vida no es una rutina?
©SKORPIONA