Bebo un gol, de café, enciendo un cigarro;
Oigo, a lo lejos, lo que me parecen, voces,
De gente; está frío y alguien tose, catarro,
Porque, del cigarro, no moderó las dosis.
De repente, como viniendo de la nada, un carro
Alli aporta; baja las luces presas al goce;
Una figura sale a la calle y grita: allí, se lo agarro!
Inda que, a lo lejos, verse, que tiene poses.
Mis manos hielan, en el contacto con la ventana;
Mas la curiosidad es mayor y me dejo estar;
Quien sabe, en el fin, lo que ella, allí me revela.
Oigo un disparo, alguien cae, de las sombras;
Y, ahora, que hago, en el cuarto, al cuestionar.
Rufianes de bandidos, matando albas bombas.
Jorge Humberto
Oigo, a lo lejos, lo que me parecen, voces,
De gente; está frío y alguien tose, catarro,
Porque, del cigarro, no moderó las dosis.
De repente, como viniendo de la nada, un carro
Alli aporta; baja las luces presas al goce;
Una figura sale a la calle y grita: allí, se lo agarro!
Inda que, a lo lejos, verse, que tiene poses.
Mis manos hielan, en el contacto con la ventana;
Mas la curiosidad es mayor y me dejo estar;
Quien sabe, en el fin, lo que ella, allí me revela.
Oigo un disparo, alguien cae, de las sombras;
Y, ahora, que hago, en el cuarto, al cuestionar.
Rufianes de bandidos, matando albas bombas.
Jorge Humberto